Empezamos hoy varios posts en los que me gustaría hablar de las series, ordenadas por tipos, que más me han gustado en los últimos años. Por supuesto, se trata de un tema en el que las opiniones son muy diversas, y el mío no es más que el punto de vista de una mera aficionada.
Comenzaré por las políticas, y enumeraré aquellas que, a mi entender, cualquier persona involucrada en este campo, o simplemente interesada por él, debería ver.
Empezamos, cómo no, por El Ala Oeste de la Casa Blanca. Es «la serie política» por excelencia. Proporciona un buen conocimiento de la política americana y del día a día en el Despacho Oval. Asimismo, enseña mucho sobre recursos humanos: cómo gestionar al staff de un modo humano y eficiente. Tanto el Presidente Bartlet como su Jefe de Gabinete, Leo McGarry (por el que muchos ministros y presidentes darían el brazo derecho) saben cómo ejercitar el liderazgo, la motivación y la exigencia con equipos de alto rendimiento constituidos por personas de gran inteligencia, asunto nada fácil (y que a veces se tuerce, como es natural).
Han pasado ya años desde que salió al aire el primer episodio del nuevo producto de la NBC, en 1999, y en algunos aspectos se nota el paso del tiempo, pero el mensaje de fondo sigue vigente y muchos de los dilemas y decisiones que debe tomar el Presidente Bartlet también.
Los diálogos, sobre todo en las temporadas en que fueron escritas por su creador, Sorkin, son excelentes. Rápidos, ágiles, inteligentes y vivos. Y, para quien la vea en versión original (muy recomendable), en un inglés pulido, culto y maravilloso, que permite enriquecer el vocabulario , no solo (aunque también) en la jerga empleada en la Casa Blanca y el Capitolio. Sorkin popularizó en El Ala Oeste el método peripatético, señal de identidad de la serie e imitada luego por otras: gran parte de los diálogos y cambio de impresiones se realiza por los pasillos del Ala Oeste. Esta técnica aumenta la sensación de dinamismo, tensión y urgencia por resolver los mil y un problemas a los que se enfrentan el Presidente y su equipo durante las 24 horas del día.
Los actores han encarnado a los personajes a las mil maravillas y han conseguido reflejar seres humanos, con sus momentos brillantes y sus bajones, con traumas infantiles, enfermedades graves, padres ancianos, hijas rebeldes, torbellinos sentimentales… que pese a todo son capaces de trabajar bajo una gran presión. Y es que, como dice el Presidente en un episodio, si llega al desayuno sin haber cometido más de 5 o 6 errores, ha comenzado el día con buen pie.
Las actuaciones de Martin Sheen como Bartlet, John Spencer como Leo Mc Garry, Bradley Whitford como Josh, Richard Schiff como Toby, Allison Janney como CJ, Stockard Channing como la Primera Dama… son por tanto impecables y llenas de matices. Y hay secundarios inolvidables, como la temible secretaria del Presidente Deborah, la imprevisible y torpe Donna Moss, el excéntrico abogado Babish, el surrealista Embajador de su Graciosa Majestad Isabel II en Washington… y así hasta un inmenso reparto a lo largo de siete temporadas.
La serie ha obtenido 87 premios, entre ellos 26 Emmy, 20 Globos de Oro y 12 premios de la Asociación de Críticos de Televisión.
Desde luego en mi caso, y si fuera posible, daría lo que fuera por trabajar en el Despacho Oval a las órdenes de Leo como asistente o asesora de cuarta categoría.
Al hablar de Washington no puedo por menos de mencionar House of Cards, la versión maquiavélica de El Ala Oeste donde todos luchan contra todos. La pareja Underwood evoluciona desde un (extraño) matrimonio hasta una sociedad bipersonal que persigue el poder, posteriormente se convierten en un par de rivales y en último término casi de enemigos.
Kevin Spacey y Robin Wright lo bordan, y la última nos conquista con su estilazo y guardarropa. Una vez más, emplean un inglés culto y enriquecedor. Y no olvidemos que está también disponible la versión británica de 1990, de la BBC, donde los protagonistas son tan perversos como en Washington.
House of Cards fue producida por Netflix (en mi opinión, es su mejor serie hasta el momento) en cinco temporadas: 2013, 2014, 2015, 2016 y 2017. Me he referído algo más a House of Cards aquí.
En el Ala Oeste hay grandes dosis de glamour y ostentación (comitivas presidenciales con 10 limusinas en fila india, cenas de gala, vestidos de Oscar de la Renta y Carolina Herrera, soirées con Yo-Yo Ma, muebles ingleses, cuadros de los padres de la patria, despliegue de oficiales del ejército y del servicio secreto…). En cambio, en Borgen – nombre informal del Palacio de Christiansborg, en el que trabajan el Ejecutivo, Legislativo, Tribunal Supremo y también la Reina, y que da nombre a la serie- es todo lo contrario. La Casa Blanca es una mansión bonita y fotogénica en una ciudad que no puede compararse a las europeas en belleza. Borgen es un palacio desangelado, mal amueblado y tristón en una bella ciudad que da muy bien en cámara, Copenhague.
La Presidenta de Dinamarca Birgitte Nyborg es la quintaesencia de la austeridad y la moderación, por lo menos en las dos primeras temporadas. Vive en la misma casa que antes de acceder al cargo, viste sosos y rancios trajes con blusas que no combinan del todo bien (aunque comparada con el resto del gobierno y parlamento parece una princesa, porque ya se ve que la elegancia y la dentadura no son el fuerte de los políticos daneses), no tiene ayuda en casa, por lo que termina sus absorbentes jornadas pelando judías verdes, en las mesas de trabajo habilitadas para reuniones sólo hay unas lánguidas uvas o unas manzanas poco apetecibles, y dispone de un staff que se limita, en la práctica, al ubicuo Kasper, bueno para un lavado y un fregado. Interesante contraste con el boato de EEUU, aunque seguramente existe un sabio punto medio.
Birgitte es lista, hábil, simpática y posee grandes dosis de carisma y capacidad de negociación (algo crucial en un gobierno de coalición como el que dirige, y con un parlamento atomizado), que dan lugar a pactos casi milagrosos. Es ambiciosa, claro, y la tensión por conciliar trabajo y familia termina afectando, y mucho, a su vida privada, que también se describe con maestría en la serie.
Al principio de la serie Michael Laugesen, el líder del partido laborista, abandona la política al perder las elecciones y asume la edición del periódico Ekspress, desde donde no para de atacar al gobierno. Pues bien, George Osborne, ex Canciller del Exchequer (equivalente al Ministro de Economía del Reino Unido) era uno de los candidatos a suceder a Cameron tras la defenestración post referéndum Brexit del primero ya que había realizado un buen trabajo en su Departamento. Pero, por una parte, Osborne estaba a favor de la permanencia en la UE, y por otra Theresa May se cruzó en su camino, de modo que Osborne cambió el Gabinete por el puesto de editor en el Evening Standard, periódico gratuito pero muy leído, y crítico con Downing Street. ¿Había visto Osborne Borgen o bien sus productores se vieron afectados por una premonición? En todo caso, un signo más de que las series políticas de calidad son profundamente realistas.
De Borgen, que elaboró la misma productora de El puente en tres temporadas, 2010-2013, me parecen muy interesantes dos aspectos:
- De una parte, la interacción con los medios de comunicación. Prácticamente la Primera Ministra o los miembros de su gabinete se pasan la vida en el plató de la primera cadena de televisión. Esto nos permite observar la faceta política, pero también la periodística: qué se cuece en una redacción, cómo se enfocan las noticias, cómo se filtran o se intentan tapar, el poder destructivo de la prensa…
- De otra, la política – y la vida del ciudadano de a pie – danesa, que tiene muy poco en común con la americana, británica, española… Aunque los temas de fondo suelen ser los mismos, el enfoque es muy diferente, quizá por ese empeño por el diálogo y el acuerdo, y por el tamaño descomunal del estado del bienestar de Dinamarca.
Volviendo a EEUU, hay una serie que ha pasado desapercibida, Boss (2011 y 2012) y sin embargo a mí me gustó mucho, aunque no es apta para todos los públicos. Cuenta los manejos y artimañas del alcalde de Chicago. En este caso aprendemos política municipal, las dificultades que plantea la convivencia con alguna minoría étnica y, por supuesto, dosis ingentes de maquiavelismo.
Como en cualquier serie política que se precie, también en ella hay una trepa, en este caso una rubia asesora, que pretende crecer al calor de su jefe, el alcalde. Los episodios son ágiles e interesantes, las vistas de Chicago, increíbles, las interpretaciones decentes (aunque no a la altura de El Ala Oeste o House of Cards) y la banda sonora bastante buena. Parece ser que se canceló tras la segunda temporada por problemas políticos, una pena, en mi opinión.
Finalizaré con una serie que no es exactamente política pero que le dedica a este aspecto muchos minutos de rodaje, The good wife. En ella vemos con detalle cómo preparar unas elecciones, cómo afrontar una campaña, cómo ejercitar el cargo de Gobernador, cómo fabricar un candidato, cómo conciliar, nuevamente, trabajo y familia en un complicado escenario personal… Eli Gold (Alan Cumming) es el perfecto asesor de comunicación, divertido, impulsivo e imprevisible.
Julianna Margulies realiza un gran trabajo (ha ganado un Globo de Oro) como la good wife , que pasa de ser un elemento decorativo en su casa a una abogada implacable, competente, y maravillosamente vestida. En la serie se aprende mucho sobre Derecho y sobre la dinámica interna de un despacho de abogados, pero ese análisis lo dejamos para otro día.
Termino con un comentario sobre dos series más. Un episodio de Veep puede resultar útil para un domingo (muy lluvioso) o tras un duro día de trabajo. Algunas situaciones son graciosas, el desastroso equipo de la Vice da mucho juego con su torpeza y el impresentable liaison de un Presidente desaparecido (y que ignora totalmente a la Vice) da momentos de gloria a los episodios. Aparentemente, el escaso papel del Vicepresidente en la política de EEUU que tan bien capta Veep es totalmente verosímil. Las temporadas que he visto, sin embargo, no me han emocionado. ¿Será porque Julia Louis-Dreyfus, la Veep, me resulta un tanto histriónica?
The killing es una espléndida serie policíaca en la que se dedica un protagonismo notable a la política local, de un modo bastante logrado, en mi opinión. Pero hablaré más extensamente sobre ella en el post sobre este tipo de series.
Buena guía de series. Yo te recomiendo una de la BBC que prepara ya su segunda temporada: Apple Tree Yard. Un thriller psicológico con pasiones tórridas y desenfrenadas que llevan a la perdición a sus protagonistas. Como la vida misma.
Muchas gracias, Dorotea. Tomo nota.
Sugiero Sucesor Designado, también es una serie politica y bastante interesante. El protagonista es un cargo medio de la administración de Estados Unidos que, debido a un ataque terrorista, tiene que asumir la Presidencia.
Muchas gracias por el comentario, Teresa.
Sí, es muy entretenida, aunque no deja de sorprender ver a Kiefer S, el inimitable Jack Bauer de 24, en un papel de hombre tímido y conciliador…