Este verano ha sido completamente atípico. Y no por las altas temperaturas, sino porque no ha habido disgustos en relación con Gibraltar. No se sabe por qué misteriosa conjunción planetaria, cuando Ana Obregón inaugura el verano con su posado empezamos a encontrar en la prensa alguna referencia a algún incidente ocurrido en Gibraltar, que se ha convertido en el nuevo Lago Ness de la actualidad (o, mejor dicho, falta de actualidad) veraniega. Una patrulla de la Guardia Civil ha invadido las aguas presuntamente gibraltareñas persiguiendo a unos traficantes de drogas, o unos pescadores ha superado la barrera de las 12 millas de aguas territoriales (también presuntas) en pos de un banco de peces, o un helicóptero de la Policía en vuelo rasante ha provocado un grave ataque de ansiedad a algún panchito. Sea por estas razones u otras parecidas, el procedimiento que se pone en marcha es siempre el mismo:
- Picardo acusa a las autoridades españolas de interferir con fines espúreos, para desestabilizar la colonia, en los asuntos de unos pacíficos ciudadanos que han dicho repetidamente que prefieren ser británicos a españoles.
- El Foreign Office convoca ASAP (ipso facto) a su impresionante edificio en Whitehall al Embajador de España en Londres o, en su defecto, al número 2 de la Embajada.
- El Embajador recibe una reprimenda en formato nota verbal, término que nunca he entendido. Algún oscuro motivo diplomático debe subyacer a esta enmarañada y contradictoria terminología, pero la desconozco.
- Mientras tanto, los alcaldes españoles socialistas de la zona echan más leña al fuego invitando al Ministro Principal del Peñón a la clausura de algún curso de verano, de modo que pueda repetir sus críticas a España, por si a alguien no le han quedado claras.
- En ocasiones se producen declaraciones de algún otro político británico o español que busca su minuto de gloria y no lo encuentra en medio de la canícula española o la lluvia veraniega londinense, pero no suelen tener mucho recorrido.
- En paralelo, los lectores empedernidos comentan ávidamente la noticia en los periódicos digitales, y se abre un interesante debate entre foreros que nunca fallan a esta cita señera: el patriota empedernido que quiere plantar nuestra bandera en lo alto del peñón, el escéptico que duda de que el tema alguna vez se solucione, el inglés desengañado que afirma con contundencia que, gracias a la situación actual, el paro en la colonia es mucho menor al de los pueblos circundantes (lo cual es parcialmente cierto) y el que aprovecha para culpar del incidente a la trama Gurtel y al corrupto PP.
- El tema se cierra temporalmente, hasta el año que viene, en el que empezaremos el ciclo y volveremos al punto 1.
El año pasado tuve ocasión de visitar Gibraltar, y el disappointment fue mayúsculo. Me pareció pequeño, abigarrado, hortera y pueblerino. Su calle principal podría estar en cualquier pueblo de la Inglaterra muy profunda. Las tiendas son deprimentes, nada de LK Bennet, Ted Baker, o mucho menos Mulberry o Stella Mcartney. Ni siquiera un mal Boots, ni Wsmith, ni Rayman. Solo un decadente establecimiento de Marks & Spencer. Hay algún edificio interesante, de tipo colonial, una plazuela pintoresca y poco más. Las playas de arena brillan por su ausencia, y las urbanizaciones de ensueño que se anuncian con entusiasmo en la prensa británica tampoco parecen haber pasado todavía del plano a la realidad. Pero mi desconcierto llegó al máximo cuando vi que, para que aterrizara un avión (de tamaño respetable) de British Airways en el (fraudulento) aeropuerto de la colonia, era necesario cortar la carretera que une Gibraltar al resto de la península. La situación me recordó a los pasos a nivel de los trenes en España hace 50 años.
Dejemos aparte estas consideraciones personales, e intentemos arrojar alguna luz sobre alguna de las cuestiones que rodean este proceloso asunto.
¿Cuándo ocuparon los ingleses Gibraltar?
La muerte sin descendencia en 1700 del último rey Habsburgo español, Carlos II (hijo de Felipe IV) desató un grave conflicto sucesorio. Dos pretendientes aspiraban a la Corona: Felipe V, nieto de Luis XIV y Mª Teresa de Austria, y bisnieto por tanto del rey español Felipe IV, y el archiduque Carlos, hijo de Leopoldo de Habsburgo y nieto de Mariana de Austria, hermana de Felipe IV (y sobrino nieto de este último).En su lecho de muerte, Carlos II declaró que su heredero legítimo sería el Borbón.
Esta declaración sirvió de poco. La pugna por la Corona española alcanzó una escala europea. Francia, lógicamente, apoyaba a Felipe V. Otros países, como Gran Bretaña (que por aquel entonces remataba las negociaciones en virtud de las cuales Escocia se integraría en la Corona inglesa), Portugal o Austria, que querían poner coto a la hegemonía francesa en el continente, estaban de parte de Carlos. Así se desató la Guerra de Sucesión española, que ganó Felipe V, y que supuso la introducción de la dinastía de los Borbones en España.
En 1704, durante la guerra, Gibraltar fue tomada por una escuadra combinada de fuerzas holandesas y británicas. De esta forma, los ingleses irrumpieron en Gibraltar y se hicieron fuertes en aquella plaza, sin que los españoles pudieran desalojarlos.
El Tratado de Utrecht, en 1713, puso fin a la contienda y estableció una serie de condiciones. Hoy nos interesa la que afectaba a Gibraltar. Para conseguir que Gran Bretaña, donde gobernaba a la sazón la reina Anne, reconociera a Felipe V, España tuvo que cumplir una serie de condiciones, y en el artículo 10 del Tratado le cedió la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas. Gibraltar pasaba así a ser una colonia de Gran Bretaña. Así lo expone el Tratado:
“El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.
Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se vean reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho más arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra, se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvecina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto”. (art. 10 Tratado de Utrecht)
Interesante la alusión al aislamiento de la colonia de tierra firme, excepto en caso de grandes angustias, pero exploraremos esta cuestión en otro momento.
¿Qué es lo que hoy se discute?
Fundamentalmente dos cosas:
- En primer lugar, y como cuestión más filosófica, hasta qué punto tiene sentido en el s. XXI que un país posea una colonia con un status ambiguo e impreciso, la última, por cierto, que queda en el mundo.
- En segundo lugar, España argumenta que Reino Unido ha incumplido el Tratado de Utrecht porque ha crecido hacia el istmo que une Gibraltar con la península, ha construido en él un aeropuerto y considera suyas las aguas territoriales establecidas en la Convención de la ONU de 1982 (12 millas náuticas o 22,2 km alrededor de tierra firme), con el consiguiente conflicto permanente y perjuicio a los pescadores españoles y a nuestras fuerzas de seguridad cuando realizan operaciones antidroga o de lucha contra el contrabando. Este punto es muy complejo: en sentido estricto, no se cedió estas aguas a los británicos en Utrecht; por otra parte, en 1713 no se había desarrollado, en el derecho marítimo, el concepto de aguas territoriales, luego no se podría haber negociado nada al respecto.

Mapa de la zona. En el istmo, sobre la línea azul que delimita Gibraltar, puede distinguirse el aeropuerto
¿Qué soluciones hay?
- Establecimiento de conversaciones entre Reino Unido y España que paulatinamente nos permitan llegar a un acuerdo, pero en las que no esté Gibraltar como un tercero inter pares, algo absurdo e improcedente porque supone considerarlo tácitamente como un Estado (este error lo cometió Zapatero, lo que a su vez envalentonó a los habitantes de la colonia). Como mucho, sería quizá aceptable una mesa de diálogo con Reino Unido, España y, a otro nivel, Gibraltar y los pueblos españoles de la zona.
- Apelar a una corte internacional. No parece efectivo porque:
- Es difícil saber a priori en qué sentido va a fallar el contencioso
- Aun en el caso de que favorezca a España ¿cómo se garantiza que Reino Unido cumpla la resolución del Tribunal?
- Acudir a la ONU. Sus peticiones de descolonización de Gibraltar, hasta la fecha, no ha dado gran resultado, sinceramente.
Aspectos económicos y de orden público
El litigio sobre este territorio supone un perjuicio a la Hacienda española por los impuestos que deja de cobrar de personas o compañías vinculadas a Gibraltar, y los gastos de sus habitantes.
- Numerosos habitantes de Gibraltar (cuya población total es de 30.000 personas en 7 km2) utilizan la sanidad española y otros servicios, y no pagan impuestos en España
- Multitud de sociedades están domiciliadas en Gibraltar para eludir, asimismo, el pago de impuestos en España. ¿Cuántas empresas hay en la colonia? Es otro gran misterio: 18.000 según las autoridades gibraltareñas, 24.000 para la OCDE, 30.000 en opinión de la Agencia Tributaria, 80.000 a tenor de fuentes policiales. En todo caso, mucho pollo y poco arroz. Estaríamos hablando, en un escenario intermedio, de una empresa por habitante, lo que es muy sorprendente.
- Gibraltar es un paraíso del juego y un puerto de entrada de droga en España y posteriormente en Europa, ante lo cual las fuerzas de seguridad española se encuentran con las manos atadas.
En este sentido, necesitaríamos números precisos que cuantifiquen esta merma al Fisco español, lo que no es fácil, claro, debido a la falta de transparencia en mucho de lo que rodea a la colonia.
En el pasado Gibraltar era vital para Gran Bretaña porque le permitía controlar la trata de esclavos en Europa, lo que le reportaba enormes beneficios; por fortuna este problema ya no existe.
Aspectos estratégicos
Este es, a mi modo de ver, el punto más espinoso. Siglos atrás, Gibraltar podía tener interés estratégico para Reino Unido, como cabeza de puente en el Mediterráneo. En mi opinión (totalmente discutible, claro, e ignorante sobre cuestiones candentes de estrategia militar), este interés es ahora cuestionable:
- No es muy probable que veamos una contienda en Europa – y por tanto mucho tráfico marítimo de barcos de guerra en el Estrecho – en el futuro próximo, por lo que la utilidad de Gibraltar como puerto es ya obsoleta. Tenía sentido cuando Inglaterra estaba en guerra con Francia, Austria o Prusia, pero ya no es el caso. Además, USA posee la base de Rota. Dada su estrecha relación con Reino Unido, podrían compartirlas en caso de necesidad (por ejemplo, para acciones en Oriente Medio, que esas sí podían tener lugar).
- Gibraltar sí podría ser más interesante como base aérea (aunque tampoco vital dado que no está tan lejos de Reino Unido o las Islas del Canal de la Mancha como para ser útil como punto de repostaje, y sí está a muchas millas, en cambio, de un posible teatro de operaciones en el Golfo, por ejemplo) pero los británicos carecen de espacio (y de derechos, como vimos) para construir un aeropuerto que pueda alojar aviones de combate.
¿Y el Brexit?
Por si la situación fuera poco clara, el Brexit la ha hecho todavía más brumosa. En principio la colonia votó por la permanencia de Reino Unido en la UE, de lo que cabe colegir que le interesa conservar su relación (atípica) con el resto de Europa. Probablemente buscará un statu quo peculiar con la UE (mejor dicho, todavía más peculiar que el que mantiene en la actualidad).
Por otra parte, y en una maniobra inteligente, el Gobierno español ha conseguido derecho de veto en el asunto, de modo que, ahora sí, goza de algún elemento más para presionar en su favor. Pero todo lo que tiene que ver con el Brexit pertenece a los arcanos del derecho internacional, comunitario, continental y anglosajón, de modo que en este sentido sólo cabe especular y jugar a las adivinanzas.
Como se ve, el tema es bastante complicado y el espacio de un post insuficiente para tratarlo en detalle; confío, al menos, haber despejado alguna duda al respecto, sin duda suscitando muchas otras.