Las mejores series policíacas

Las series policíacas y de intriga viven un momento dulce. No es de extrañar: el cine de estas características siempre ha sido bien acogido, y la novela negra concita actualmente un gran interés. Surgen nuevos autores y protagonistas, de Bosch a Rebus, y es lógico que muchos de ellos den el salto desde las páginas del libro a las pantallas de cine y televisión.

En los últimos años han proliferado las series de misterio pobladas por detectives o policías hoscos y huraños, con cadáveres en el armario, demonios interiores o secretos inconfesables, con pasados tortuosos o enmarañados, con manifiesta incapacidad para la vida social o con rasgos mentales decididamente patológicos. Para suavizar el conjunto es habitual que el escenario sea una ciudad o entorno muy fotogénicos, que den bien en cámara. Habitualmente de ritmo pausado – ni muy rápidas, para permitir al espectador recrearse en paisajes, ambientes y convecinos, ni muy lentas para no aburrirle – los actores suelen ser solventes, y la calidad técnica y la fotografía esmeradas. Algunas han alcanzado justa fama, otras han pasado más inadvertidas para crítica y público.

Las peculiaridades de los investigadores no son una novedad. Viene de lejos la costumbre de imaginar detectives que poseen ciertas originalidades o rarezas. Quizá estén asociadas a un elevado coeficiente intelectual, quizá se desarrollen en el ejercicio de esta profesión, desagradable y solitaria, quizá un poco de todo. Da igual. La descripción del investigador es campo fértil para la imaginación del escritor, que le dota de los más curiosos y variados rasgos. Poirot adora la simetría; la vida, casa y ropa de Wallander son un caos; el Adam Dalgliesh de P.D. James publica libros de poesía…

En la mayor parte de los casos la combinación misterio desconcertante + investigador complicado + localización atractiva funciona. Y si además se le añaden un retrato de la sociedad del lugar, al estilo Ruth Rendell, y buenos diálogos, el éxito está casi asegurado.

Desde el otro lado del Atlántico, abrió brecha en 2011 The Killing (deliciosa la compleja química de amor/odio entre el dúo protagonista). Más tarde llegaron la inefable e indescriptible (y macabra) Dexter, la coeniana Fargo, la melancólica True Detective y la vital Bosch, protagonizada por Titus Welliver, que pasa con soltura de los elegantes despachos de abogados de Chicago (The Good Wife) a los bajos fondos de Los Angeles. Hace un par de años se estrenó Unabomber, Manhunt, interesante narración verídica de la captura de uno de los más misteriosos y sanguinarios asesinos en serie norteamericanos, Ted Kaczynski.

Como es lógico, las series británicas ocupan un lugar destacado en Netflix y Amazon Prime. No es de extrañar: en ellas se combina el buen hacer tradicional de la filmografía de Reino Unido (que recrea con la misma habilidad el ambiente palaciego e impoluto de Downton Abbey y el sórdido de las alcantarillas del crimen, sobre todo cuando la BBC es la productora) con una tradición de excelentes novelistas del género, impulsado ni más ni menos que por Conan Doyle y su Sherlock Holmes.

Y es precisamente el Sherlock de Benedict Cumberbach uno de los exponentes más originales e interesantes. Tan extravagante como sagaz, tan pedante como buen observador, tan histriónico como agudo, en esta nueva versión de la BBC el detective se recicla y reinventa a sí mismo enviando sms de modo compulsivo, consultando los horarios de trenes en la web y reclutando informantes en el submundo de la droga. Los episodios son quizá un tanto desiguales en cuanto a interés narrativo, pero en cualquier caso el entretenimiento inteligente está asegurado.

Reino Unido ha producido otras muchas series de calidad, normalmente algo más pausadas que las estadounidenses, con actuaciones excelentes y fotografía muy cuidada. Line of Duty ocupa un lugar destacado; Happy Valley, Luther y River son también muy entretenidas. La primera aporta bellas imágenes de la campiña inglesa, las dos últimas muestran al Londres más fascinante, bello y ecléctico. Paranoia y Marcella se recomiendan para estómagos algo más fuertes.

La segunda temporada de Broadchurch me decepcionó con respecto a la primera, pero hay que reconocer que la Costa Jurásica de Dorset es maravillosa. A Hinterland le ocurre algo similar: preciosos paisajes galeses a un ritmo (quizá excesivamente) lento.

Represalias es menos conocida, a pesar de reflejar con acierto la belleza de Escocia y de basarse en un guión muy original, que recuerda a Diez Negritos. La caza, con Gillian Anderson a la cabeza, ilustra sobre la situación y la vida en Irlanda del Norte.

En una longitud de onda algo distinta, más similar al thriller, son estupendas El guardaespaldas, Collateral y El infiltrado (The Night Manager en el original). Les beneficia un ritmo más rápido y la actuación de actores conocidos como Keely Hawes en la primera, Carey Mulligan en la segunda y Hugh Laurie y Olivia Colman en la tercera.

Por motivos de espacio no nos extenderemos sobre las propuestas que llegan de otro de los paraísos de la novela negra, Escandinavia, pero es imprescindible mencionar al menos a la espléndida El Puente.

En España también se ha elaborado esta clase de cine, no al nivel de la BBC, está claro, pero con algunos títulos interesantes. Ahí está, por ejemplo, Mar de plástico, con un gran reparto, una trama lúcida y descarnada y una crónica (algo exagerada, al decir de los lugareños) de la situación en los invernaderos almerienses. Es cierto que Rodolfo Sancho no convence al principio en su papel de guardia civil solitario y pesaroso, puesto que parece más bien un híbrido entre un matón de barrio y un anuncio de Cortefiel; afortunadamente, conforme avanza la trama se va soltando. Finalmente el espectador le coge cariño, porque es imposible no compadecerse de una vida tan pródiga en calamidades como la suya.

Los paisajes nebulosos de Galicia y el carácter impenetrable de sus habitantes han subyugado a más de un productor. Fariña es un fantástico relato del funcionamiento de las mafias de la droga y de cómo la ambición va envenenando al ser humano hasta hacerle cambiar el pazo y los percebes por la cárcel. Galicia ha dado otros títulos, como La playa de los ahogados, versión en película, no en serie, de la novela homónima de Domingo Villar.

No están todas las que son, pero ahí quedan unos títulos que pueden llenar las últimas tardes calurosas del verano o facilitar la temida «vuelta al cole».

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