¿Hacia dónde va la economía mundial?

Ahora que 2019 va tocando a su fin puede ser un buen momento para detenernos a observar en qué punto se encuentra la economía mundial, y cuáles son las causas y efectos asociados a esta situación.

El escenario actual

Hace ya más de un año algunos organismos internacionales, como el FMI o la OCDE, alertaban de una desaceleración en el ritmo de actividad de la economía. Por desgracia, parece que estos vaticinios se está cumpliendo. Desde hace meses se suceden las noticias que apuntan al menor dinamismo de las principales variables económicas, tanto en los países desarrollados como en las naciones en desarrollo. Y el pasado mes de octubre el FMI redujo su tasa de crecimiento prevista para 2019 al 3%, la menor desde la crisis inmobiliaria y financiera.

La evolución del crecimiento desde la última crisis no ha sido lineal ni homogénea, como muestra el gráfico. Las naciones emergentes y en desarrollo han crecido en los últimos años mucho más rápidamente, en el entorno del 4-5%, si bien se aprecia una tendencia descendente desde 2010. El comportamiento del PIB en los países desarrollados ha sido más irregular. Tras algunas oscilaciones, el crecimiento alcanzó el 2,5% en 2017, pero a partir de entonces ha ido cayendo.

La desaceleración es un hecho en países como EEUU, Japón o China. No son buenas noticias. En el caso de Japón, porque el eterno convaleciente había experimentado síntomas de recuperación; parece, no obstante, que la recaída es inevitable. Por lo que respecta a EEUU y China, su ralentización es preocupante debido a su tamaño y papel de locomotoras de la economía mundial.

Hay países que han continuado creciendo a buen ritmo en 2019. Como muestra el gráfico siguiente, existen milagros del crecimiento, países con tasas de crecimiento superiores al 7%, como Etiopía, Camboya o Costa de Marfil. No obstante, el año también nos deja desastres del crecimiento, como Argentina, que decrece un 3,1%, Irán – que cae un 9,5%- o Venezuela, cuya descomunal tasa de crecimiento negativa es imposible de conocer a ciencia cierta.

¿Y qué ocurrirá con la mayoría de los países que no están en uno u otro caso? Crecer al 1% anual ¿va a ser el new normal? Esperemos que no, porque con ritmos tan lánguidos poco puede mejorar el nivel de vida de los ciudadanos.

Por fortuna, el empleo resiste. Como muestra el gráfico siguiente, la tasa de desempleo de los países de la OCDE ha decrecido en los últimos años; en septiembre pasado se situaba en un 5,2%, de acuerdo con los últimos datos disponibles. EEUU anotaba en esa fecha un 3,5% de paro, mínimo histórico desde 1969. En la zona euro la cifra era del 7,5%. Se percibe, sin embargo, un cierto estancamiento en esta variable, que frena su caída y comienza a aumentar levemente en países como Italia, Portugal o Japón. La tasa de paro juvenil también ha crecido algo en la zona euro y Japón, mientras que se ha reducido a otro mínimo histórico (del 8%) en EEUU. Desde luego, continúa en niveles insostenibles en Grecia, España o Italia.

Los datos negativos comienzan a influir ya en la generación de expectativas sobre el futuro. Hace unos días se hizo público el último informe del Ifo, disponible aquí, que, desgraciadamente, confirma el pesimismo. Tanto los pronósticos para los meses venideros como la percepción de la situación económica actual empeoran sensiblemente.

Las causas de la desaceleración

¿Por qué se desacelera la economía mundial? En primer lugar, puede apuntarse al deterioro de las relaciones comerciales entre EEUU y China y al proceso de salida de Reino Unido de la UE, que han afectado negativamente al comercio mundial; de hecho, el comercio creció en el primer semestre de 2019 al ritmo más bajo desde 2012, y el FMI estima que el contencioso entre Estados Unidos y China restará 0,8 % al PIB mundial en 2020.

Desde que se celebró en junio de 2016 el referéndum en Reino Unido sobre la permanencia en la UE, el Brexit ha sembrado una considerable inquietud tanto en los británicos como en los ciudadanos del resto de la UE. Las prórrogas permiten ganar tiempo y alejan, en cierto modo, el fantasma del no deal, pero no despejan los interrogantes fundamentales asociados a este desencuentro entre Londres y Bruselas.

En segundo lugar, la industria en la zona euro, y en particular el sector automovilístico, no atraviesa su mejor momento, ya que ha experimentado lo que se podría calificar de shock asimétrico, vinculado a la preocupación por el cambio climático.

En septiembre de 2018 Europa introdujo una nueva normativa sobre emisiones CO2 y consumo de combustible de coches tradicionales, híbridos y eléctricos, tomando como referencia el WLTP (Worldwide Harmonized Light Vehicles Test Procedure). Esta regulación, más exigente que la anterior, será previsiblemente seguida por otras directrices futuras. Las ventas y la inversión de las empresas del sector se han reducido, lo que ha ejercido un impacto negativo no desdeñable sobre el PIB de países como Alemania o España, como indican algunos estudios.

En tercer lugar, las políticas monetarias ultraexpansivas con que los Bancos Centrales quisieron hacer frente a la crisis de 2007-2008 dan síntomas de agotamiento. Las sucesivas expansiones monetarias y los tipos bajos han constituido la coartada perfecta para que algunos gobiernos, de la mano de una presunta complacencia con la recuperación aparente del ritmo de crecimiento, dejaran en el cajón las necesarias reformas estructurales, cada vez más acuciantes si tenemos en cuenta el bajo crecimiento de la productividad y el envejecimiento de la población. Y es que la mayor parte de los países desarrollados se enfrenta a problemas que exigen cambios en profundidad y decisiones difíciles. Puede pensarse, por ejemplo, en la educación, las pensiones, el gasto sanitario, la actitud sobre la actividad empresarial, las rigideces aún existentes en el mercado de trabajo o la excesiva burocracia.

¿Cuáles son las soluciones?

Ya se han apuntado en las líneas anteriores, pero pueden en todo caso resumirse.

En primer lugar, es prioritario que el comercio mundial recupere el dinamismo perdido. La normalización de las relaciones comerciales entre EEUU y China, y el desenlace lo más feliz posible del Brexit pueden contribuir a este respecto. En estos momentos hay algo más de optimismo sobre las posibilidades de un acuerdo entre los representantes de las economías norteamericana y china, pero no está claro si, en el futuro, el mundo transitará otra vez hacia el libre comercio o si retornará el proteccionismo.

En segundo lugar, es fundamental acometer reformas que reduzcan las trabas al funcionamiento de la economía, impulsen la productividad y salgan al paso de los desequilibrios introducidos por los cambios demográficos. Si no se diseñan estrategias orientadas a estos objetivos, el crecimiento no despuntará.

Los Bancos Centrales, y en particular el BCE, han manifestado que continuarán diseñando una política monetaria acomodaticia si es necesario. No obstante, precisan de la colaboración de otras herramientas de política, y en concreto de las reformas apuntadas más arriba, si se quiere volver a tasas de variación del PIB más elevadas. Es más, como señalaba Philip Lane, Economista Jefe del BCE, en una entrevista reciente, las estrategias de aumento de liquidez de los últimos años han contribuido a crear un marco favorable para que este tipo de actuaciones se lleven a cabo con éxito por parte de los gobiernos nacionales.

Esta línea de actuación es aún más acuciante en el caso de España. Es lamentable el tiempo perdido por el bloqueo institucional. En los últimos meses no se ha acometido ninguna de las reformas que necesita la economía española – eficiencia del gasto público, sostenibilidad de la Seguridad Social, educación, entre otras – por lo que nuestro país no se ha fortalecido de cara a la epidemia de gripe que se avecina o que incluso se está propagando ya. Debemos poner remedio. No es probable que, de momento, la coyuntura exterior nos ayude. Más bien dependemos de nosotros mismos. Cada vez es más urgente que se tomen las medidas adecuadas.

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