Series de espionaje e intriga para no perderse

Como estamos comprobando, en el s. XXI buena parte del cine de calidad se realiza en el formato de serie. Es un cambio que, como se suele decir, ha llegado para quedarse: las series esbozan personalidades, ilustran sobre países, políticas y estrategias y reflejan mentalidades y culturas. Entretienen a la par que informan. Los guionistas, directores y actores se sienten cada vez más cómodos en esta modalidad, que atrae a profesionales destacados y de primera línea del mundo de la pantalla. Por eso se les puede sacar mucho partido si se eligen con acierto, sin olvidar que hay series buenas, mediocres y malas, de muchos estilos y temáticas diversas.

Los estrenos en Amazon Prime, Netflix y otras plataformas digitales proliferan en esta época del año. Por eso es buen momento para hacer referencia a algunas novedades, sin olvidar otros títulos muy bien acogidos por críticos y público y que ya forman parte del fondo de armario de los seriéfilos.

Dedicaremos esta entrada a series de espionaje, que no se pierden los que antaño devoraban los libros de Frederick Forsyth, John le Carré o Graham Greene.

El espía

La miniserie de seis episodios El espía, estrenada en Netflix en 2019, reúne todos los elementos para triunfar: buena historia (real), magníficas interpretaciones y ambientación primorosa.

En 1960 el Mossad recluta a Eli Cohen, un contable aparentemente oscuro con una cualidad estrella: es perfectamente bilingüe en hebreo y árabe. El servicio secreto israelí lo adiestra y le proporciona una nueva identidad: a partir de ahora será un empresario árabe-argentino afincado en Buenos Aires, con ganas de volver a sus orígenes, instalarse en Siria e invertir en la modernización de su supuesta patria.

La tapadera funciona: Cohen es bien recibido en los ambientes diplomáticos de la capital argentina y establece contactos que le permitirán más tarde acceder a los círculos políticos y militares de Damasco al más alto nivel. Localiza y transmite al servicio secreto israelí información clave que permite a Israel en 1967 ganar la Guerra de los Seis Días frente a la coalición de Egipto, Jordania y Siria. El trabajo de Cohen es tan valioso para el Mossad que, como en una nueva versión de Ícaro, su propio éxito lleva al agente a correr enormes riesgos.

El actor británico Sacha Baron Cohen interpreta a Eli Cohen con maestría y demuestra su dominio no solo de registros cómicos (como en Borat o El juicio de los 7 de Chicago) sino también del drama. Noah Emmerich – el inefable y un tanto ingenuo agente del FBI en The Americans – es quien recluta y supervisa a Cohen en el Mossad. El guión y la dirección corresponden a Gideon Graff, viejo conocido de los amantes del género por la magnífica Prisioneros de guerra, antecesora de Homeland. Todo el equipo humano acierta en la descripción de los entresijos del espionaje y los conflictos que genera a individuos y familias.

La cuidada ambientación muestra de forma convincente los salones lujosos de las embajadas, las calles agitadas de Damasco y los cerros de Siria (aunque se filmó en Marruecos).

Hit and run

Esta coproducción de Israel y Estados Unidos se ha estrenado en Netflix en agosto. Combina acción e intriga a lo largo de nueve episodios.

El comienzo es prometedor. Segev Azulai, un ex agente israelí de operaciones especiales, vive en Tel Aviv con su bella esposa Danielle Wexler, bailarina norteamericana. Danielle muere inopinadamente debido a un atropello. ¿Ha sido accidental? La lucha de Segev por esclarecer la verdad descubre una trama cada vez más complicada y misteriosa.

Lior Raz, el protagonista de la estupenda Fauda, y Kaelen Ohm dan vida de modo acertado a Segev y Danielle. Los secundarios también se esmeran. Todo el elenco transmite con solvencia las dudas, perplejidades, conflictos emocionales y engaños asociados al mundo del espionaje internacional.

Hit and run acierta al evitar describir los personajes en blanco y negro, optando en cambio por presentar las luces y sombras y las motivaciones más o menos nobles y más o menos egoístas de los personajes. El ritmo es rápido y las vueltas del guión logran mantener el interés. El final queda abierto, lo que invita a nuevas temporadas si la serie es bien acogida.

En ocasiones la trama se embarulla un tanto y resulta más difícil de seguir, quizá por la abundancia de personajes secundarios. Asimismo, las secuencias de acción pueden resultar excesivamente frecuentes y largas para parte de la audiencia. En conjunto no es tan redonda como otros títulos; no obstante mantiene el interés y entretiene.

Homeland, octava temporada: los talibanes

Homeland, de la que hablamos aquí, está de triste actualidad el verano de 2021 por la caída de Kabul en manos de los talibanes. Precisamente con este hilo argumental se estrenó en 2020 otra de sus apasionantes temporadas, la octava.

Homeland sigue combinando con maestría, al igual que en las temporadas que cubren el arco de tiempo 2011-2018, acción, intriga, espionaje y política nacional e internacional. La novedad es que las peripecias de Carrie Mathison y Saul Berenson se desarrollan esta vez en o alrededor de Afganistán y Pakistán en el momento actual.

Carrie está cada vez más recuperada de sus años de reclusión en Rusia y vuelve a ser la agente indómita y temeraria de las temporadas anteriores. Saul ha ascendido al puesto de asesor de Seguridad Nacional del Presidente de EEUU y participa de lleno en las negociaciones de paz que, a diferencia de lo que ha ocurrido en la vida real, logran una transición pacífica en Afganistán.

La intervención de Rusia conlleva la aparición de otra cara conocida para los fans de las series de intriga: Costa Ronin. El ambivalente consejero cultural de la embajada de URSS en Washington DC de The Americans interpreta a Yevgeny Gromov, agente del Departamento Central de Inteligencia ruso.

La serie acerca al espectador al mundo convulso de las relaciones internacionales entre EEUU, Rusia, Afganistán y Pakistán, sin olvidar una incursión mediante flashback en la Guerra Fría que ilustra sobre algún punto oscuro del pasado de los protagonistas.

Es cierto que el desenlace que propone la serie resulta excesivamente optimista. Ahora bien, en un contexto y en una parte del mundo donde tantos pronósticos han fallado, no sería justo pedir cuentas a Hollywood por equivocarse en sus vaticinios.

The Americans y otros títulos relacionados con el espionaje

En cualquier recorrido por las buenas series de espías no puede faltar The Americans, que ha sido ya ampliamente comentada y analizada por la crítica. A lo largo de seis temporadas la serie muestra con realismo y de forma magistral la complicada vida de Elisabeth y Philip Jennings (interpretados por Keri Russell y Matthew Rhys), dos agentes encubiertos de la KGB en Estados Unidos durante los años 1981-1987.

Elizabeth y Philip Jennings han nacido y crecido en Siberia pero hablan un inglés perfecto y sin acento; sus vidas aparentemente monótonas (familia de clase media que vive a las afueras de Washington) esconden una actividad frenética y peligrosa para obtener información militar, industrial y política de carácter secreto en lo más arduo de la Guerra Fría.

The Americans plantea los debates complejos y los dilemas imposibles entre la lealtad a una idea periclitada y moribunda, representada por el colectivismo soviético, y el pragmatismo americano que se decanta por la libertad y el bienestar. Ilustra, además, sobre el marco político de la época – no solo de las dos grandes potencias sino también de otras partes del globo, como Oriente Medio, Afganistán, América Latina o Sudáfrica – y los conflictos familiares y existenciales de los personajes.

Las actuaciones son fantásticas. La ambientación y el reflejo de la vida, la política, la diplomacia y el espionaje en EEUU y en URSS son convincentes y verosímiles, no en vano el creador de la serie trabajó unos años en la CIA; aunque la vida del matrimonio Jennings parece de película, el descubrimiento de agentes encubiertos reales en Estados Unidos hace pensar que la serie no exagera. Eso sí, hay escenas y situaciones no aptas para algunas sensibilidades.

La serie sigue de actualidad y no envejece porque huye del maniqueísmo, porque muestra fallos y errores de EEUU y de URSS, porque los diálogos son magistrales y porque el debate de fondo gira alrededor de eternos interrogantes de la condición humana no resueltos a día de hoy: ¿el fin justifica los medios? ¿Hasta dónde llegar en la lealtad al país de origen? ¿Qué hacer si esa lealtad entra en conflicto con la seguridad de los que más queremos?

Otros títulos

En este recorrido por series de intriga y espías cabe mencionar también otros títulos recientes de películas que ayudan a entender algo más las relaciones internacionales y el galimatías de Oriente Medio: The Angel y El Rehén en Netflix y La reina del desierto en Amazon.

The Angel es un entretenido biopic sobre la vida del agente doble egipcio Ashran Marwan en los meses previos a la Guerra de los Seis Días. El Rehén, encabezado por John Hamm (Mad men) se sitúa en el puzzle de la política y el terrorismo en Líbano. Ambas ofrecen acción e intriga a un ritmo trepidante.

La reina del desierto es otro biopic sobre la vida de la exploradora y escritora británica Gertrude Bell (Nicole Kidman), que vivió entre 1868 y 1926. Bell perteneció, junto con Lawrence de Arabia y otros expertos, al grupo de trabajo que asesoró a Churchill en la Conferencia de El Cairo de 1921. En esta reunión se delimitaron las fronteras de Irak y Jordania y, por tanto, el mapa contemporáneo de Oriente Medio. Damián Lewis (el complejo Nicholas Brody de Homeland) es otro personaje destacado en la vida de Bell. La película es lenta y se recrea en los paisajes y tribus del desierto de Arabia, por lo que carece del ritmo de otros títulos mencionados aquí; la interpretación de Nicole Kidman y Damian Lewis, la ambientación y la fotografía están bien logrados.

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