¿Cómo afecta la invasión de Ucrania a la economía mundial?

Vista aérea de Kiev

La economía mundial comenzaba a levantar cabeza después de los años negros de la pandemia. El ritmo de crecimiento se recuperaba, con Europa creciendo al 4,3% y España al 5,5%. Y en esto Putin invade Ucrania y pone patas arriba al mundo occidental, economía incluida. ¿Qué podemos esperar de estos acontecimientos? Como siempre ocurre en economía, una concatenación de hechos y consecuencias.

Como explicó hace unos días aquí la Directora Gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva y ya estamos viendo, los efectos de la guerra y las sanciones a Rusia impactan a la economía mundial fundamentalmente a través de tres canales: el precio de las materias primas (sobre todo alimentos y energía), la inmigración y la confianza. Dejemos la inmigración para otro momento, dada la complejidad del tema, y centrémonos en los dos factores restantes.

El mercado convulso de las materias primas

Rusia asienta buena parte de su economía sobre las exportaciones de petróleo, productos derivados y gas. No es extraño, por lo tanto, que una forma de ejercer presión sobre Putin y disuadirle de sus planes imperialistas consista en establecer sanciones a sus ventas de estos artículos.

Tanto EEUU como Reino Unido han cesado ya de importar productos energéticos de Rusia. La Unión Europea lo está intentando, pero le resulta mucho más difícil, porque su dependencia de Rusia en este aspecto es mucho mayor. El 40% del gas consumido en la UE procede de Rusia. En el caso de Alemania, el porcentaje sube al 50%. Francia y España, en cambio, registran cifras menores (20% y 5%, respectivamente). Aunque esté en el ánimo de Bruselas reducir gradualmente la dependencia de la UE de la energía rusa, hoy por hoy no hay muchas otras alternativas.

Rusia, por su parte, está tratando de dar salida al petróleo que produce, sin mucho éxito. Ha llegado incluso a ofrecer descuentos de un 20% en el precio de venta, y a asumir los gastos de seguro y transporte (que normalmente corresponden al comprador), pero no consigue dónde colocarlo. China sería una posibilidad, pero hoy por hoy faltan infraestructuras que faciliten al transporte al país asiático.

El resultado es una tormenta perfecta sobre los mercados de crudo: un productor que necesita vender y no puede, unos consumidores que precisan comprar pero que no quieren negocios con Rusia, un mercado participado por un cártel sumamente oportunista, unos precios del petróleo que ya subían desde abril 2020 … y el efecto final (Figura 1): los precios se disparan a partir de la invasión de Ucrania y superan de forma repetida el límite psicológico de 100 dólares por barril, con el consiguiente encarecimiento de los carburantes y el transporte y de toda la cadena de suministros.

Figura 1. Evolución del precio del petróleo Brent, dólares por barril

Fuente: FED St Louis

También preocupa mucho el impacto de la guerra sobre algunos alimentos, puesto que Ucrania es conocida como el granero de Europa. Algunos productos, como el cereal o el aceite de girasol, se están encareciendo, y en determinados supermercados se han presenciado escenas de compradores haciendo acopio de botellas. No obstante, no es necesario ni conveniente acumular stocks de aceite o de grano. La oferta de estos bienes está más diversificada que la de la energía, y hay más mercados alternativos donde encontrarlos, en EEUU, Argentina o Brasil (además de que también se cultivan en España), por lo que no debemos temer que escaseen. Es una buena oportunidad, por cierto, para que los países latinoamericanos aumenten sus exportaciones al Viejo Continente.

La presión sobre la inflación y los tipos

La subida del coste de la energía, a su vez, ejerce un impacto considerable sobre la inflación. Recodemos que ya desde enero de 2021 los precios al consumo se estaban acelerando y creciendo a tasas que no se registraban desde la década de los 80. ¿Las causas? el encarecimiento de las materias primas, la crisis de los contenedores y los desajustes en la cadena de suministros, como se explicó en este post,

La inflación anual en febrero para España ha alcanzado el 7,4%, según datos del INE (Figura 2), lo que supone un aumento de más de un punto en su tasa anual con respecto a enero. Se han encarecido casi todos los componentes del índice de precios al consumo, sobre todo alimentos, carburantes y combustibles. El resto de la UE no está mucho mejor: para la zona euro la inflación en febrero ha sido del 5,8%.

Figura 2. Inflación anual en España, enero 2021- febrero de 2022 (%)

Fuente: INE

A su vez, la subida de la inflación reduce el poder adquisitivo de los salarios (o lo que es lo mismo, disminuye los salarios reales), y este efecto influye negativamente en el consumo. De hecho, algunos indicadores muestran ya un descenso en las ventas minoristas.

Y, por supuesto, la inflación despierta el fantasma de la posible subida de los tipos de interés. En los últimos meses las autoridades del BCE habían manifestado que la aceleración de la inflación que afectaba a la zona euro era transitoria, por lo que no parecía necesario comenzar a subir tipos. En febrero, no obstante, el Banco Central modificó el discurso y exteriorizó su preocupación por los últimos datos de subida de precios. La Presidenta, Christine Lagarde, avanzó la posibilidad de una subida de tipos durante este año.

En un comunicado emitido ayer, 10 de marzo, el BCE ha explicado que reducirá progresivamente su programa de compras de activos en los próximos meses y lo concluirá en el tercer trimestre de 2022 si los datos de inflación no mejoran. También ha aclarado que mantendrá de momento los tipos de sus principales operaciones en los niveles actuales; no obstante, el Banco mantiene su intención de estabilizar la inflación a medio plazo en el 2%.

En todo caso, los mercados ya trabajan con la hipótesis de una subida del tipo de depósito del -0.5% al 0% y el euríbor está aumentando. El cambio de mensaje también se ha notado en la prima de riesgo y el incremento de la rentabilidad de la deuda pública, lo que no es una buena noticia para un país tan endeudado como el nuestro.

La confianza

Todos estos desequilibrios y tensiones generan un clima de notable incertidumbre para las empresas, familias y gobiernos, y afectan negativamente a la confianza, que es clave para la toma de decisiones sobre consumo e inversión, el buen funcionamiento de la actividad económica y el dinamismo del PIB. La mayor parte de los indicadores de confianza o sentimiento empresarial disponibles no reflejan todavía el impacto de la invasión de Ucrania, pero ya comenzamos a conocer algunos datos que corroboran esta tesis.

La incertidumbre afecta especialmente a empresas de terceros países relacionadas con Rusia vía comercio o inversión directa y muchas de ellas, de Apple a Nike, están protagonizando un éxodo del país, comenzando por las compañías de gas y petróleo. BP sale del capital de la compañía pública de energía Rosneft; Shell cancela un joint venture con Gazprom; Exxon Mobil también pone fin a varios proyectos en Rusia…

El efecto es similar en otros sectores. Ikea cierra sus tiendas en Rusia y cancela sus operaciones de importación y exportación con Rusia y Bielorrusia; Nike y H&M han suspendido sus ventas en territorio ruso; otras tratan de salir del accionariado de negocios rusos, a pesar de que Moscú ha establecido un corralito que restringe temporalmente la venta de activos por parte de inversores extranjeros.

Muchos distribuidores o marcas con presencia en Europa del Este están diseñando o ejecutando planes de contingencia para proteger sus artículos, empleados o equipos informáticos. Se da la circunstancia, además, de que Ucrania es un hub que acoge buena parte de la deslocalización de la asistencia técnica en cuestiones informáticas y de tecnología de la información, lo que complica la actividad de numerosas empresas.

La BGA alemana, que representa a los sectores de Comercio mayorista, Comercio Exterior y Servicios B2B, acaba de realizar una encuesta entre sus miembros. El 62% de las empresas representadas opinan que la guerra provocará una desaceleración de la actividad, y el 32% piensa que la recuperación económica se interrumpirá. Las empresas alemanas han comenzado a notar ya el efecto de las sanciones económicas a Rusia; no obstante, consideran que las sanciones son necesarias y respaldan la política de su gobierno en este asunto.

En conclusión…

Es una pena no poder dar una visión más optimista, pero debe prevalecer el realismo. Se encarece la energía, sube la inflación (y quizá los tipos), desciende la confianza de empresas y consumidores. Como repite el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, seguimos en tiempos difíciles y toca apretarse el cinturón. ¿Por cuánto tiempo? Imposible saberlo: depende de la duración del conflicto.

Este escenario sugiere que no son momentos para plantear subidas de impuestos o alegrías en el gasto público. No son momentos para avivar los conflictos, entorpecer la actividad empresarial o azuzar y rentabilizar los focos de descontento. Hace falta mucha sensatez por parte de los que gobiernan para no caer en medidas populistas pero dañinas a medio y largo plazo. Y es necesaria la colaboración, el trabajo y el esfuerzo de todos. Unos luchan con armas a favor de la democracia y el progreso y en contra del autoritarismo; otros debemos defender con nuestra responsabilidad en el día a día los valores que nos definen como sociedad.

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