El crecimiento de China se reduce, ¿debemos preocuparnos?

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El rápido crecimiento de China ha contribuido a impulsar la economía mundial en las últimas décadas. El Fondo Monetario Internacional estima que China está aportando casi el 35% del crecimiento mundial en 2023. Este dinamismo, no obstante, parece perder fuerza. Puesto que la vinculación entre China y el resto del mundo es cada vez más estrecha, lo que ocurra en China puede tener consecuencias importantes en el resto del mundo.

China es un importador destacado de materias primas como el petróleo, el hierro y el cobre. Si su economía se desacelera, se reducirá la demanda de estos productos, con los consiguientes efectos negativos en los países que exportan de estos productos. Finalmente, la inestabilidad financiera en China puede transmitirse a otros países, dado su elevado nivel de endeudamiento.

El milagro económico chino

Después de casi tres décadas de socialismo bajo Mao Tse Tung, en 1978 Deng Xiaoping comenzó a acometer reformas económicas destinadas a liberalizar los mercados y abrir el país a la inversión extranjera. Su enfoque, una combinación de socialismo y empresa, se denominó socialismo con características chinas. El país evolucionó desde una economía predominantemente agraria a otra más orientada a la industria y la exportación. El experimento funcionó, y el país creció a tasas muy altas, registrando una media del 9% en 1990-2022 (Figura 1). En 2010 China se convirtió en la segunda economía más grande del mundo, por detrás solo de EEUU.

El crecimiento chino se asentó sobre niveles de inversión elevados que permitieron al país convertirse en la fábrica del mundo, produciendo artículos a bajo coste que se exportaban al resto del mundo.

Figura 1. Crecimiento del PIB real, China, 1990-2022 (%)

Fuente: Banco Mundial

Este rápido crecimiento mejoró de forma considerable el nivel de vida de buena parte de la población china. De acuerdo con el Banco Mundial, entre 1990 y 2022 la renta per capita en China se multiplicó por 22, y pasó de de 981 a 21.476 dólares (en paridad de poder de compra). Alrededor de 800 millones de personas salieron de la pobreza. En paralelo, se desarrollaron la educación y la sanidad y se consolidó una pujante clase media.

La desaceleración

En la década pasada el crecimiento de China, aunque todavía muy superior al de las economías occidentales, comenzó a ralentizarse. Las razones son varias.

Una parte de la desaceleración está asociada al renacimiento del proteccionismo en años recientes, manifestada en fenómenos como el Brexit o el cambio en la política comercial de EEUU. La dificultad de exportar se ha complicado, además, por la competencia creciente por parte de otras economías asiáticas, como Indonesia, Filipinas o Vietnam, que han comenzado a producir con costes relativamente bajos.

Hay otro factor potencial, más controvertido, relacionado con el propio proceso de desarrollo en sí mismo. De acuerdo con esta hipótesis, el proceso de cambio estructural juega un papel importante en el frenazo del país asiático; China ha llegado a un punto en su desarrollo en el que transita de una economía centrada en las importaciones a otra basada en el consumo doméstico. Este cambio, a su vez, lleva a un crecimiento más lento. De acuerdo con esta teoría la desaceleración del crecimiento chino es una consecuencia natural de su evolución a una economía más madura y apoyada en el sector doméstico.

Este argumento, sin embargo, se basa en unas visión económica obsoleta que asienta el proceso de desarrollo en la demanda, lo que contradice las contribuciones, más modernas y certeras, de la Nueva Teoría del Crecimiento de finales del siglo XX y principios del actual. De acuerdo con la Nueva Teoría del Crecimiento, desarrollada por economistas como Robert Lucas y Paul Romer (entre otros), el crecimiento se asocia a una mejora de la capacidad productiva de la economía, por vías como el acceso a una tecnología superior, niveles más altos de capital humano, una asignación de recursos más eficiente o un entorno institucional más estable y eficaz. Los cambios en la demanda agregada modifican el nivel de producción a corto y medio plazo, pero no influyen en el crecimiento a largo plazo porque no alteran la capacidad productiva de la economía.

Esto implica que las autoridades chinas no deberían conformarse con tasas de crecimiento más bajas atribuyéndolas a la evolución natural de la economía. Por supuesto, es posible que la economía haya entrado en una fase de rendimientos decrecientes, pero la frontera de posibilidades de producción puede expandirse si se llevan a cabo las reformas adecuadas. De hecho, hay estudios recientes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial que alertan sobre el descenso en el crecimiento de la productividad de la economía china y enfatizan la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales.

Las reformas pendientes.

Las reformas pendientes pueden clasificarse en tres categorías, muy interrelacionadas: la innovación, el capital humano y el entorno institucional.

En primer lugar, es fundamental que el marco institucional en China incentive y fomente la innovación, lo que permitiría la producción de bienes más intensivos en tecnología y de mayor valor añadido que compitan en calidad y no solo en costes. Esta ha sido la estrategia de países vecinos como Japón, Corea, Taiwan o Singapur, que elaboran y venden semiconductores y otros productos electrónicos. Taiwan, por ejemplo, ha logrado el 60% de la cuota de mercado global de semiconductores, que llega casi al 90% en el caso de los chips más sofisticados.

Como la Historia y el Análisis Económico nos muestran, la innovación requiere de un marco que proteja los derechos de propiedad intelectual. De lo contrario los investigadores carecen de incentivos para dedicar tiempo y dinero a inventar y diseñar nuevos productos. Y esto es algo que todavía no se garantiza adecuadamente en China.

Tradicionalmente los fabricantes chinos han sido expertos en imitar los bienes diseñados en otros lugares. Hay razones históricas. Durante el régimen de Mao las invenciones y los derechos de explotación pertenecían al Estado. La primera ley de patentes no se se elaboró hasta 1985; el primer juzgado especializado en propiedad intelectual se creó en 2014. La protección de los derechos de propiedad en China es por tanto muy reciente. Aunque la regulación trata de imitar la norteamericana o europea, los procedimientos necesarios para proteger las invenciones son todavía excesivamente lentos y tortuosos.

La inversión en capital humano es también fundamental, especialmente en un contexto de envejecimiento de la población. Numerosos chinos que se gradúan en universidades de occidentes se resisten a volver a China porque las condiciones laborales no son suficientemente atractivas. Esta situación debería cambiar si se quiere impulsar la I+D y la innovación, que requieren un clima favorable a la atracción y retención de talento.

Además, se ha detectado en las generaciones más jóvenes un clima de desilusión y desesperanza: carecen de expectativas de progresar suficientemente para comprar una casa o formar una familia. Les falta motivación e inventivos para aceptar empleos con largas jornadas o condiciones duras.

Cuando comenzaron las reformas el panorama era más prometedor. Los buenos estudiantes podían acceder a empleos atractivos, progresar y engrosar en su momento la naciente clase media. Ahora, en cambio, las ofertas de trabajo son menos abundantes, y es más difícil ascender en la escala social y económica. En paralelo, el precio de la vivienda se ha disparado y el paro juvenil está creciendo. Un numero creciente de jóvenes apuesta por trabajar en el sector público para logar estabilidad, en lugar de optar por los empleos más arriesgados en empresas o start ups.

Esta situación es todavía más lamentable si se tiene en cuenta que el emprendimiento y el trabajo duro son características propias de la población y cultura chinas. Desde épocas antiguas los inmigrantes chinos se instalaron en puntos de Asia, Europa o América. Con frecuencia comenzaron con actividades comerciales modestas, que poco a poco crecieron y dieron lugar a enclaves y comunidades prósperas. Así lo muestran las típicas y pintorescas shops houses construidas por los inmigrantes chinos y repartidas por toda Asia, de Malasia a Vietnam.

El gobierno no empatiza demasiado con el estado de ánimo de las generaciones más jóvenes. Las autoridades les recomiendan que aspiren a objetivos colectivos y no tanto individuales, pero la capacidad de motivar de estos mensajes es dudosa. Los ciudadanos necesitan no solo aspiraciones teóricas sino también incentivos concretos y tangibles para acometer proyectos complejos y arriesgados.

En tercer lugar, se necesitan reformas que consoliden el entorno institucional en el que las empresas y los ciudadanos operan, haciéndolo más claro, justo y estable.

En los últimos años las autoridades han comenzado a mostrar hostilidad hacia los emprendedores, sobre todo los de sectores tecnológicos. No es raro que se restrinja la actividad o incluso se encarcele a los emprendedores que adquieren demasiada riqueza o influencia al margen del partido.

Este tipo de medidas daña todavía más las perspectivas y oportunidades de las generaciones jóvenes, puesto que algunos de esos emprendedores eran referentes para los jóvenes, a los que además proporcionaban un número importante de empleos.

En conclusión…

El crecimiento de la economía china se ha desacelerado con respecto a las tasas de dos dígitos de principios de la década de 2000, pero es todavía elevado en comparación con el resto del mundo.

La desaceleración del crecimiento no debería considerarse una consecuencia inexorable del proceso de desarrollo; puede corregirse mediante reformas orientadas a impulsar la I+D, atraer y motivar al capital humano y mejorar el entorno institucional en el que operan los agentes económicos.

Que China mantenga un ritmo de crecimiento rápido es crucial no solo para su población sino también para otros países con vínculos estrechos comerciales o financieros, en último término casi todos los del mundo. Por eso es probable que las autoridades económicas, los inversores y los académicos sigan de cerca el comportamiento de la economía china en los próximos meses.

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3 respuestas a El crecimiento de China se reduce, ¿debemos preocuparnos?

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